Por la soberanía sobre nuestros cuerpos, nuestros territorios y nuestras vidas…
La soberanía alimentaria será plena en la medida en
que los pueblos puedan tomar decisiones libres y autónomas sobre el uso y
control de los recursos naturales de sus territorios que garanticen el
derecho a la alimentación para toda la población, respetando sus propias
culturas, en las cuales las mujeres desempeñan un rol fundamental.
Pero la reivindicación del derecho a la soberanía
alimentaria implica que los Estados también garanticen a todas las personas una
vida libre de violencia y sin discriminación alguna por motivos de sexo,
orientación sexual, identidad y expresión de género, étnico-racial, condición
económica, discapacidad, edad o cualquier otra condición.
Esta aspiración se
aleja de millones de personas que cada día sufren porque su derecho a elegir y
decidir libremente es violentado: no pueden ser soberanas de sus propios
cuerpos, son perseguidas por amar a alguien de su mismo sexo, no es reconocida
su identidad de género, son perseguidas por ejercer el trabajo sexual, son
sometidas a embarazos forzados, empujadas a abortos clandestinos que causan
enfermedad o muerte, con acceso restringido o prohibido a la diversidad de
métodos anticonceptivos y de emergencia y es negado el acceso a las
tecnologías reproductivas.
Con políticas públicas de
nulo o escaso presupuesto, que tampoco garantizan el derecho de todas las
personas y en particular de las mujeres, a una vida libre de violencia cuyas
manifestaciones más extremas son la trata, el trafico y la explotación sexual
de personas, el feminicidio, lesbicidio y crímenes de odio por identidad,
expresión de género y orientación sexual, mujeres privadas de libertad que no cuentan con acceso a sus necesidades en torno a la salud
sexual y reproductiva ni son consideradas dentro de las políticas públicas, esterilizaciones forzadas,
violaciones correctivas, matrimonios impuestos, violencia tanto en la casa como
en la escuela, en el trabajo, en la calle y en las instituciones del Estado,
así como la prevalencia de la violencia sexual en los conflictos armados donde el
cuerpo de las mujeres es considerado botín de guerra.
Por todos estos motivos, el
lema de esta Asamblea, ”Seguridad y Soberanía Alimentaria”, solo cobrará real sentido
si nuestros Estados se comprometen a adoptar una Convención Interamericana, para
que se respete, proteja, garantice y promueva el ejercicio completo, libre y
dignificante de los derechos sexuales y los derechos reproductivos de todas las
personas de nuestra América.
Por lo tanto exhortamos a
los Estados a :
Que las Políticas públicas
sean diseñadas desde el enfoque de género y Derechos Humanos considerando la
diversidad presente en la sociedad.
Crear un grupo de
trabajo al interior de la OEA que investigue el estado actual sobre la
situación de los derechos sexuales y los derechos reproductivos que contemple a
los países del CARICOM, Centro América, Sudamérica y Norteamérica.
Garantizar la independencia
y separación entre Estado y religión, favoreciendo la laicidad.
Que los Estados garanticen
el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, con libertad,
con autonomía, incluido el aborto y su total despenalización.
Que los Estados cumplan con
los compromisos internacionales establecidos a favor de la defensa de los
derechos de las mujeres, tal como la Convención Belem do Para, y como
fortalecer la Relatoría de la Mujer de la Organización de Estados Americanos.
Consolidar un sistema de
protección de derechos humanos, fortaleciendo la institución de la OEA y el sistema interamericano de derechos humanos.
Fomentar políticas públicas en los Estados a favor de la educación
integral de la sexualidad.
Aprobar una resolución y en
el corto plazo adoptar una Convención Interamericana sobre Derechos Sexuales y
Derechos Reproductivos.
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